Como cada año en enero no puede faltar la peregrinación a la ciudad de San Juan de los Lagos, Jal., es algo que todo buen mountain biker debe de hacer desde la ciudad de Aguascalientes.
En esta ocasión decidí salir rodando desde casa, lo cual aumentaría en aproximadamente 10KM mi travesía, pero aún así decidí hacerlo, para completar una verdadera peregrinación. La salida estaba pactada para las 6:30 hrs, por lo cual decidí que a mas tardar a las 6:00 hrs debería de salir rumbo al punto de partida.
Al momento que llegué al punto de partida el reloj marcaba las 6:25 hrs, justo a tiempo para acomodarme y salir con todos. Me acomodé y hasta me di tiempo de hacer un Periscope.
Y arrancamos, unos 2 o 3 minutos después de las 6:30 hrs, estaba hasta el frente del contingente y me propuse a llevar un ritmo relajado así que muchos comenzaron a rebasarme, pronto llegamos al segundo punto de salida, desde el cual otro contingente partiría a las 7:00 hrs, yo simplemente les grité «Vámonos!» y seguí mi camino que apenas comenzaba, la ruta era de aproximadamente 90KM, pero había que tomar en cuenta la distancia que se agregaría al haber salido desde casa.
Este primer tramo de aproximadamente 20KM es sobre la carretera que va a Agostadero, el primer punto es llegar a una comunidad llamada el «Tanque de los Jímenez» y es sobre una carretera, es un poco peligroso debido a que a esta hora de la mañana el sol aún no ha salido, afortunadamente el contingente ciclista es bastante numeroso, mas de 500, y la carretera es poco transitada.
Poco a poco el frío comenzó a hacer mella en mi, afortunadamente no como en otros años, pero llevaba mis manos y pies completamente entumidos, incluso al ir sobre una bajada, misma que te avienta y alcanzas velocidades promedio de 40Km/hr sentí que el frío calaba hasta los huesos, a pesar de ir pedaleando sentía que todo mi cuerpo tiritaba, gracias a Dios que mi mandíbula no se congeló como recuerdo que ocurrió anteriormente.
Al llegar a el «Tanque de los Jímenez» ya había un numeroso grupo de ciclistas, muchos que habían salido desde la tienda XLife aka Biciclass y otros que decidieron irse en vehículo hasta la comunidad. Yo creo que la peregrinación debe de hacerse desde la tienda, lo demás es simplemente un paseo dominical. Allí encontramos el primer puesto de hidratación, había plátanos, manzanas, gatorade, agua, galletas.
En este punto decidí llamarle al grupo con el que iría, los Onegoes, capitaneados por Miguel Cadena, ellos comenzarían a rodar a las 7:30 hrs desde este punto, necesitaba que me entregaran mi número que me acreditaba el haber pagado derecho para la hidratación, para mi mala fortuna aún no llegaban y ya eran las 7:40 hrs y no se veía que fueran a llegar pronto así que decidí no demorar mas y seguir rodando. Tomé unas cuantas galletas, un plátano y me monté en mi bicicleta, el frío estaba bastante calador. El odómetro en este punto me marcaba un poco mas de 30Km.
A partir de este punto se toma un camino de terracerías que van hacia la comunidad de «Las Flores», es aquí donde comienza la diversión y la empolvada, en esta parte, la cual según la altimetría es «mayormente» bajada, misma que no sentí en las piernas dado que hay una serie de columpios, bajas, subes, bajas y subes, que a la larga comienzan a desgastarte, para mi mala fortuna tenía poco mas de un mes de no subirme a la bicicleta, cosa que poco a poco se fue presentando en mi estado físico. Muchos ciclistas me pasaban como si fueran en motos, y yo allí iba pedaleando de forma cancina, aunque trataba de mantener el ritmo, anhelaba llegar a Las Flores, dado que hay una gran bajada hasta entroncar con la carretera que va hacia Teocaltiche, pero aún faltaba rato para ello, iba en una bajada y de repente vi una ánfora tirada en el suelo, me detuve y la puse en mi mochila, pensé en preguntar en el siguiente punto de hidratación si era de alguien y entregarla, no había recorrido ni doscientos metros cuando vi otra ánfora, pero ya iba bastante cargado como para detenerme y agarrarla así que fingí que no la había visto (sorry por el dueño de la ánfora, ojalá que alguien mas se haya detenido).
Me sentí un poco aliviado al llegar a Las Flores, pensé que podría descansar un poco mis piernas en el descenso, y sí, logré relajarme un poco y ahorrar un poco de energía, pero fue muy poco, cuando menos lo esperé ya estaba entroncando a la carretera, aquí debemos de seguir la carretera por aproximadamente un kilómetro para posteriormente tomar una terracería que va hacia «El Tablero», aquí se encontraba el segundo puesto de hidratación. Mismo al que ansiaba llegar y descansar un poco, en este punto había quedado de verme con mi esposa, pero hasta las 10:00 hrs, cuando veo mi reloj eran las 9:10 hrs, había hecho mal mis cálculos y fue menor el tiempo al que planeé. Le llamé y quedamos que me alcanzaría en el camino, que seguiría mi periplo.
Aproveché el punto de hidratación y bebí todo el gatorade que pude, llené una ánfora que tenían allí y me lo tomé como si no fuera a haber mas, llevaba suficiente agua en mi mochila. Aquí les dije a los chavos encargados de la ánfora que había encontrado y se las dejé, espero que la hayan reportado como perdida. En este punto la distancia recorrida era de poco mas de cincuenta kilómetros, mismos que ya me hacían sentir la fatiga.
Agarré mi bicicleta y retomé el camino, esta parte la gente la conoce como «el alto» debido a que vas por una parte elevada y te permite ver el valle a tu mano izquierda, cabe señalar, que es un camino bastante conocido para mi esposa y para mi dado que nos casamos en «El Tablero», la siguiente parada sería en «Villa de Ornelas», aquí fue donde mi cuerpo cedió por completo, y mi ritmo bajó considerablemente, iba completamente mermado, pasó por mi mente no llegar a San Juan, después del kilómetro sesenta solo veía y sentía lo duro, ante cualquier subida por pequeña que fuera no lograba mantener la cadencia y tenía que llevar mi cadena hasta lo mas ligero.
En esta parte de la travesía me alcanzó Mariano, uno de los Onegoes, iba como una saeta pero le eché un grito y se detuvo un poco a mi lado, le comenté que iba bastante fatigado y me dijo algo que retumbó en mi cabeza… «Tu tienes mucha resistencia, si otros van a llegar tu tienes que hacerlo también», le dije gracias y le comenté que siguiera a su ritmo que yo haría lo propio y así fue, pronto lo vi alejarse.
Para mi sorpresa, pronto llegué a La Trinidad, en este punto hay un río que tienes que cruzar, tenía bastante agua y veía que la mayoría de los ciclistas no tan expertos cruzaban por la extrema derecha, otros de plano hasta caminando, yo opté por pasar por el centro y pasé sin ningún problema :D. De este punto el llegar a Villa de Ornelas ya es un tramo corto, el agua fría revitalizó un poco mis piernas y pude pedalear con un poco mejor ritmo, al fin dejé atrás a algunos ciclistas que de verdad me hacían sentir vergüenza de mi estado físico.
Al llegar a Villa de Ornelas, vi que no iba tan rezagado dentro del contingente, me puse a comer el atún que traía así como un gel energizante, a partir de este punto la ruta se pondría cuesta arriba, un par de largas trepadas, hasta este momento no había utilizado el plato pequeño, aunque a decir verdad mi bike, solo tiene 2 platos y el plato «grande» es bastante pequeño.
Mi parada aquí debió de ser de unos 10 minutos, comí todo lo que pude, ya muchos kilómetros atrás que el frío era cosa del pasado, el rompevientos y la sudadera ya iban guardados en mi mochila, solo me había dejado el jersey de manga larga para evitar tomar demasiado sol, aunque comenzaba a estorbarme.
El gel comenzó a trabajar y retomé un poco los ánimos y me trepé a mi bike, y me preparé mentalmente para terminar la ruta, no tardé mucho en comenzar a subir y no tuve otra opción mas que usar el plato pequeño y pedalear de forma si bien no muy fuerte pero si constante, aquí es donde la mayoría de los que no son ciclistas comienzan a caminar, otros hacemos todo el esfuerzo por evitar bajarnos de la bicicleta, y así fue mi caso, allí iba poco a poco, con una cadencia que no me desgastara mucho, pase la primer subida, luego vino otra un poco mas larga y seguí mi táctica, plato pequeño y pues a trepar con el mínimo esfuerzo, mi objetivo era cubrir la ruta completa.
Pasaba por mi cabeza que mi esposa me alcanzara pronto, quería quitarme todo el exceso de equipaje que llevaba en la mochila, para aligerar mi andar, pero por mas que volteaba no veía que me alcanzara, así que seguía con mi paso, que no era arrollador pero si era medianamente seguro. Después de ese par de subidas tuve un momento de lucidez en mis piernas, creo que se combinó con que hubo un tramo llano, pero comencé a pedalear a un mucho mejor ritmo, parecía que la crisis había pasado, aunque no me confiaba si me di el gusto de pedalear mas aprisa.
Poco me duró ese gusto, yo diría que unos 15 minutos a lo mucho, luego comenzaron nuevas subidas y volví a sentir las piernas un poco fatigadas, no tanto como previamente así que bajé un poco el ritmo. Antes de llegar al último puesto de hidratación, hay una subida que en el primer año que hice esta ruta logró acalambrarme las piernas, tuve la mala suerte de atorarme en una piedra y perder el equilibrio lo que originó que tuviera que bajarme de la bike y caminar un poco, a la mejor caminé unos cincuenta metros cuando decidí volver a subirme y retomar el pedaleo.
En este punto ya íbamos muchos que seguiríamos al mismo ritmo, los que eran mas veloces o mas lentos ya no estaban en el grupo, uno de ellos me preguntó si había mas hidratación y que cuanto faltaba. El puesto de hidratación estaba relativamente cerca, si acaso un par de kilómetros.
Llegamos al último puesto de hidratación, mismo que lo vimos como si estuviéramos en el desierto y fuera un oasis. Me detuve, en este punto deseaba tomar gatorade pero ya no había, solo agua, galletas y fruta. Nos faltaban poco mas de diez kilómetros para llegar, muchos preguntaban si faltaba mucho, parecía que ya les cobraba el cansancio, para este punto yo ya llevaba 88Km en las piernas, para este punto tuve la certeza que lograría cubrir la ruta.
No estuve ni tres minutos y retomé el camino, me iba sintiendo mejor, me pegué a la rueda de una persona que iba rodando con un ritmo bastante bueno, cuando sentí mi llanta trasera que se iba de lado, pasó lo que no quería que pasara, había pinchado mi llanta!, ni hablar, me paré y me dispuse a cambiar mi llanta. Algunos ciclistas en este punto me pasaron, uno de ellos era de los que venían conmigo al mismo ritmo. Me tomó casi veinte minutos cambiar mi llanta y apoyar a otras personas que se detuvieron a pedirme la bomba.
Por fin logré seguir pedaleando, el último tramo tiene un descenso y corona con una gran subida, bien llamada la «rompe piernas» y vaya que las rompe, se aprovecha del cansancio acumulado y termina por vencer a la mayoría. Bajé rápidamente, a un buen ritmo, tenía prisa por llegar ya no quería demorar mas, el punto mas bajo es en el lecho del río de San Juan, en este punto alcancé a unos tres o cuatro ciclistas que los había atorado un camión al cruzar el río y apenas iban a cruzarlo cuando les grité «Vooooooooy!» afortunadamente se hicieron a un lado, de otra manera pude haber chocado contra 2 de ellos y hubiéramos salido volando.
Llegué a la «rompe piernas» y bueno puse mi cadena lo mas ligera posible y me armé de paciencia para subir, es larga, pesada y empedrada… logré subirla sin mas contratiempos y al fin lograba ver que mi travesía llegaba a su destino, lo había logrado!, solo un par de kilómetros mas, mayormente en descenso y llegaría al punto final.
Al cruzar el punto final revisé mi odómetro y esto fue lo que marcó…
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